Nací a un ladito del corazón de la Ciudad de México, al parecer me gusta la periferia, así que me mantengo en ella, a veces más al norte, a veces más al sur... A veces, sólo a veces. Todas mis pasiones tienen un reflejo. La luna en el río, la noche en el cielo, el vuelo del colibrí en el viento; la soledad y la muerte en el albero.
Segunda y (espero que) última.
Hoy amaneció convencida de que no es posible deshacerse de las caricias, pero tal vez dentro de poco las olvide; imposible escupir el pasado, por mucho que le revuelva el estómago; cada quien llora como puede; en realidad no es la única, pero se conforma con su mentira; necesitó un arrebato, pero las llaves ya están en el canal; le es imposible dejar sus muletas; si está en su cama… no hay abismos (aunque tampoco haya compañía, jaja); no importan los cimientos, importan los castillos; simplemente no puede; volverá a cometer los miiiismos errores, pero hoy no le importa; no sabe cómo se hace un tajo; es probable que de por vida le quede la cicatriz de cortos caminos; no importa cuánto se fije, volverá a buscar la piedra pa tropezarse a propósito; si uno olvida algo, es porque algún día tiene que volver; son agruras; sí son idiotas, pero no le pusieron una pistola pa aceptar las culpas; en realidad le habla, aunque no por su nombre; no puede no pensar; la amabilidad se gana (igual que el respeto y el cariño y el rencor o la indiferencia); la soledad es un mito que se inventó; en realidad, no es independiente; el rencor sí da cáncer, pero se cura con la venganza, jajaja…; no es necesario hacer drama, los cristales rotos pueden lastimar a alguien; como diría Galileo “Epur si muove”; Dios no cumple antojos ni endereza jorobados.
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Te extraño ketz
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