Hay momentos en que los niños no quieren comer y una como mamá comienza a preocuparse o sentirse mal. Cuando Killari comenzó con la dentición pasamos por una etapa de estas, se negaba a comer, sólo andaba moridiendo por aquí y por allá, aunque al parecer estaba de una inapetencia subida, los bastoncitos de zanahoria cruda o la jícama eran algo que disfrutaba sobremanera.

Para cuando estaba por brotar el segundo par, dejó de comer. Yo la imaginaba descompensada, anémica, sabrá dios cuántas tragedias fabriqué en mi mente por un par de semanas que la niña no comía como acostumbra. Creo que su papá me vio en verdad angustiada, porque le habló al querido Bruno (nuestro pediatra de confianza) y él, en pocas palabras, dijo que no me azotara, que para una descompensación o anemia se requería tiempo, y que si era realista, el bodoque en realidad sí había comido, así que me tranquilizó.

Cuando un niño no quiere comer, una vez que se han descartado enfermedades o dentición, y creemos que sólo se trata de falta de motivación, podemos intentar hacer comidas divertidas; hacer de la rutina un evento divertido. Hay un montón de páginas con recetas para los peques, son muy sencillas y bien nos ayudarán a crear un vínculo más estrecho en estos menesteres que a veces resultan engorrosos.

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